Fra Lippo Lippi eran una banda del montón y su poca trascendencia no tiene nada que ver con la del músico maldito. Tan solo tuvieron éxito, y mucho, en las Filipinas, algo difícil de comprender pero la vida ya tiene estas cosas. En cualquier caso, los noruegos no parecían tener ningún deseo de destacar y vagaban por el desierto de la mediocridad darkwave y del pop electrónico desalmado sin mayor objetivo que el de pasar por ahí. Su obra, en líneas generales, podría resumirse con un gran bostezo. Hablo de banda aburrida porque tampoco eran malos, de ahí que las posibilidades de que les llegase el momento de inspiración no fueran tan rocambolescas, y ese momento llegó con “Small Mercies” o, mejor dicho, se incluía en este segundo álbum.

Si con “In Silence” -álbum con el que hay que admitir que lograron intuir la progresión de Joy Division hacia lo que sería “Movement”, el primer disco de la banda renombrada y que apareció ese mismo año- se sumergieron de lleno en el post-punk, con “Small Mercies” presentaron unas líneas de pop algo más trazadas y definidas para dar lugar a un trabajo más cuidado. El problema es que, en su mayor parte, lo que ganaron en pulcritud lo perdieron en urgencia y energía, con una gran excepción, la inicial “Some Things Never Change” donde parece que, por una vez, todos los astros se alinean para dar por fin con la tecla y lograr lo que debería haber sido el sonido de la banda. Todo un hit de techno pop de medio tiempo con delicados arreglos de piano y redobles de batería que derrocha elegancia y consistencia. Incluso la voz de Per Øystein Sørensen suena aquí más firme y segura, sabedor de lo que esta vez sí está logrando. Una lástima que no aprendieran nada de nada del resultado obtenido. Y es que Fra Lippo Lippi deberían haber sonado así siempre para ser recordados no solo en Filipinas.

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