“La música disco ha sido víctima de los prejuicios: todavía hoy es considerada banal, repetitiva, fabricada en serie. Por el contrario, se puede demostrar que era rica en tendencias y en contenidos. (…) En Europa se convertiría, por lo menos hasta la aparición del spaghetti disco, en sinónimo de asepsia, vulgaridad, superficialidad.”

(Diego A. Manrique, “La gran orgía del disco”, El País, 2006)

Poco mejor se puede expresar el sentimiento que a día de hoy sigue suscitando la etiqueta. Su significado se ha ido acortando hasta llegar hoy a su mínima y peor expresión. Bien es cierto que no toda la culpa es de la historia, ya en su momento fue tachada de superficial y repudiada por grandes sectores de la contracultura, desde el punk al garaje, pero también la electrónica trató de tomar distancia. Gloria Gaynor, Boney M, KC & The Sunshine Band o ABBA hicieron suya una escena que no les pertenecía, llevándose el mérito de incontables bandas que contribuyeron a generar un movimiento apasionante que, al contrario de lo que se suele pensar, representó un momento cumbre en la historia. La importancia de la música disco debe entenderse desde una perspectiva multinivel en la que convergen no solo su huella en el devenir de la música, sino también en la relación de las masas con ella. Nunca antes el baile se había convertido en la finalidad última de un género musical, por lo menos no de una forma tan masiva. En cierto sentido, se puede decir que el baile se democratizó gracias a la suavización de los ritmos del funk, que lograban que la música fuera más accesible y menos violenta para ser bailada. Se eliminaban los ritmos bruscos y se moldeaban para que éstos fueran efectivos en la pista. Eso dio lugar a la cultura de club, transformándose en fenómeno social que logró, de golpe y porrazo, destruir las barreras de clase, al menos por unas horas, al tiempo que ponía al DJ en el centro de las miradas cambiando para siempre la vida nocturna. En el apartado técnico, la recién estrenada pasión por la mezcla supuso la aparición de los maxi-singles y las remezclas que permitían dotar a la noche de un discurso propio, de una banda sonora diferenciada e irrepetible que se desarrollase de una forma progresiva.

Pero por encima de todo, estaba la cuestión musical. Matizo, la olvidada cuestión musical. El disco supuso un nuevo frente revolucionario y emocionante que históricamente se ha visto relegado a un segundo plano absolutamente injusto. Lo que se pretende en este artículo, al fin y al cabo, no tiene nada que ver con repasar lo que ocurría en las pistas del Paradise Garage ni de The Loft, tampoco esto va de Larry Levan o David Mancuso. Esto va de discos y artistas clave en un sentido estrictamente musical, lo que no va de la mano forzosamente del hecho de ser figuras representativas. De hecho, en algunos casos ambos conceptos se repelerán irremediablemente. Con ellos, se pretende ayudar a la re expansión de la etiqueta y a su reorientación hacia lo que realmente fue, un periodo intenso y un fenómeno revolucionario sin precedentes.

Encontraréis aquí algunos de los casos más excepcionales, cada uno a su manera. Algunos consiguieron condensar todo el manual de estilo del genuino arte disco, mientras que otros lo exploraron para llevarlos a terrenos que serían inimaginables de no haberse desencadenado la pasión por el baile.

Cerrone y el Art-Disco francés 

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Ni mucho menos es un desconocido. Su enorme éxito a nivel mundial finales de los 70 es sin duda esperanzador para la raza humana. Pensad que nos encontramos ante un caso en el que convivieron pacíficamente la experimentación, el furor de las masas y la opinión de la crítica y encima creó escuela. No era para menos, Cerrone lo quería todo y eso es justamente lo que consiguió.

El concepto del disco en Cerrone consistía en cambiar algunos patrones del disco en la medida adecuada. Sin necesidad de deformar el concepto disco introdujo algunos cambios que resultaron clave para dar con resultados impactantes. Eran principalmente tres y se repetían constantemente. El ritmo constante y en primer plano de la batería dotaba al baile de formas rígidas que aseguraban la certeza de los movimientos, mientras que sobre esa base se desarrollaba la evolución de los instrumentos de viento, el bajo, las voces y algunas formas convencionales (¡aunque dejaban de serlo en el nuevo marco creado por Cerrone!) del disco.

Un segundo aspecto diferencial era la duración de las canciones. Sus grandes obras tenían una duración que se podía extender más allá de los quince minutos. La importancia de esto era bastante más grande de lo que pueda parecer. Con la irrupción de la figura del DJ y la búsqueda de sesiones de pinchadiscos evolutivas la cadencia y el orden de las canciones pasaba a ser una cuestión prioritaria que daba pie a la construcción de sesiones evolutivas. Cerrone podía condensar estas nuevas tendencias en una sola canción, pero además fue de los primeros en dejar de hacer álbumes al uso para introducir piezas destinadas a facilitar la mezcla. En resumidas cuentas, la gran jugada de Cerrone fue lograr una evolución del estilo sin apenas alejarse de él y manteniéndose fiel a –casi- todos sus dictados.

 Van McCoy & The Soul City Symphony “Disco Baby” (1974)

Desde los primeros atisbos de la música disco, a la etiqueta no le faltaron razones para situarse como un género a respetar, por lo que la primera barrera de entrada del disco fue la intolerancia. Faltaron ganas para darse cuenta de que trabajos como “Disco Baby” eran un claro paso hacia adelante del soul y del funk. “Disco Baby” es en sí mismo historia viva de la música, uno de los primerizos experimentos exitosos que pasó a ser manual de estilo y marcó la línea a seguir. A partir de aquí el principal problema del disco ya sería la búsqueda de zonas de confort entre los artistas que seguirían sus pasos.

Pero entre la mediocridad del artista medio también era más que palpable otra carencia, la emoción. Y de esto “Disco Baby” iba sobrado. Con unas secciones de viento que realmente impresionaban, Van McCoy y su banda de acompañamiento entregaron una hornada de hits que formarían parte de un legado que no siempre se descifró correctamente. La homónima “Disco Baby”, “The Hustle”, “Get Dancing” o “Spanish Boogie” son los principales ejemplos, y muy gráficos por cierto, de la transformación del soul y el funk en un nuevo género.

La reinterpretación del disco de Cristina Monet

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Por algún motivo la trayectoria de Cristina Monet siempre se ha mantenido alejada de la historia de la música disco. Algo extraño si tenemos en cuenta que eso es lo que hacía, música disco. Sin embargo, su relación con Ze Records y con la escena No Wave de Nueva York así como su aparición en la recién estrenada década de los ochenta fueron un impedimento para que a Cristina (así era su nombre artístico) se la haya desvinculado para siempre de este género. El acercamiento más próximo a la escena tuvo lugar con la aparición del recopilatorio “Mutant Disco”, que representó la aparición de una nueva etiqueta que pocos –yo entre ellos- utilizamos. En realidad el término me pareció ya desde el primer momento muy útil. De hecho servía para referirse a todos aquellos que aplicaron recursos dance a la No Wave y viceversa.

Pero el caso de Cristina continúa siendo algo distinto. A excepción de la mayor parte del álbum “Sleep It Off”, la música de Cristina era en esencia una regeneración del disco audaz y sin complejos. Todo empezó con “Disco Clone”, ya de por sí una declaración de intenciones. Sonido disco contundente, con cierto regusto a Hi-NRG y mucha personalidad. Pero tan solo fue un adelanto de lo que estaba por llegar, con la publicación de su álbum homónimo dejaba claro que revisión del disco era tan fiel a sus orígenes como novedosa era su forma de tratarlo. Explotando los ritmos latinos, cogiendo todo aquello que le interesó del punk, manteniendo viva la llama del funk y adornándolo con su belleza y carisma, a Cristina se la vio, aunque fuera muy en los bajos fondos, como la gran amenaza de Madonna. Lo tenía todo, tal vez demasiado, y se retiró tras cuatro años de carrera.

Ahora sí, el Hi-NRG: Patrick Cowley (especialmente por “Mind Warp”)

En realidad la importancia de Patrick Cowley trascendió más allá del disco. Su obsesión por los sintetizadores y por figuras como Walter Carlos o Brian Eno le llevó a explorar todos los usos posibles de la cacharrería electrónica. Por desgracia, su muerte temprana le impidió pasar de “Mind Warp” (1982). Eso sí, en sus pocos años en activo su influencia fue incuantificable pero probablemente enorme, tanto en la progresión lógica del disco al Hi-NRG como en muchos otros géneros de la música electrónica.

La música de Cowley tiene poco de orgánica, las máquinas se apoderan de las emociones y las trasladan a un oyente desprovisto de una referencia humana con la que empatizar. Es más o menos curioso que se publicase exactamente el mismo año que Blade Runner. Sin duda una visión muy romántica de la tecnología vista ahora desde un prisma de pasión retrofuturista, donde la música hecha por máquinas suena hecha para máquinas. Eso sí, máquinas con capacidad de sentir. Fue justo en este momento en el que la música disco pasó página definitivamente dando lugar a una evolución que dejó para siempre de ser tan evidente. Al contrario que con Larry Levan y su evolución pausada al house, con Cowley el paso hacia delante fue más radical.

Oigo un nuevo mundo (disco): Arthur Russell

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Puede que con calzador, pero cierto paralelismo existe entre la experimentación de Joe Meek y la de Arthur Russell. Experimentación y futurismo, que no siempre van de la mano, y sino ahí tenéis mi artículo sobre Cavernícolas y vanguardistas. Y ahora que ya me he citado a mi mismo, prosigo. Arthur Russell también escuchó un nuevo mundo, solo que en su caso en las discotecas del Soho y dos décadas más tarde. La diferencia entre ambos genios fue la metodología, mientras Meek las creaba mediante el proceso de prueba y error, Russell las recibía nítidamente. Las melodías y ritmos disco parecían tomar otro significado en su cabeza. Probablemente sea exageración, pero lo que verdaderamente importa es la clarividencia de Russell para trazar figuras sónicas hasta entonces desconocidas. Algunas de sus influencias podían ser evidentes, como el punk de Nueva York o la escena disco, e incluso otras podían intuirse, como el dub jamaicano, pero lo cierto es que la música de Russell parecía venida del espacio exterior. En muchos momentos parecía quedarse a medio camino entre la electrónica y el jazz, y de paso dejándose llevar a mitad del trayecto por el ambient. Con todo esto, y ya que hablamos del espacio, su obra nunca pareció deber en exceso de artistas como Sun Ra. ¿Qué era entonces? Algo nuevo, en dirección opuesta a las líneas que marcarían posteriormente hombres como Patrick Cowley o Moroder. Algo nuevo e infinito, porque todas sus obras se definieron por no tener un final, aunque la canción terminase. Como si cada persona tuviera la posibilidad de ampliarla en su cabeza, bien para darle un final deseado o bien para abonarse a un trance indefinido. Para comprender a Russell se debe partir de una contradicción, la que se daba entre los círculos más alternativos de Nueva York a mediados de los setenta y la música disco que causaba furor entre las masas. Entre Lauire Anderson y las sesiones de The Gallery existe un punto en el que hallaréis parte de la respuesta. No es el único, se debe comprender su propuesta como “música oceánica”, y esto no es gratuito ni una etiqueta con pretensiones literarias, parte del origen de la transformación del disco residía entre cangrejos y calamares. Su afición al mar y a escuchar durante horas grabaciones de ballenas pueden ser una grata explicación del “mundo del eco” y los ritmos acuosos.

No es de extrañar entonces que su obra haya sido rescatada a lo largo de los últimos año, a los cuales sin duda pertenece. Su concepto arquetípico es más válido hoy –y seguramente durante los próximos años- que en el momento de su gestación. Para la posteridad disco quedan especialmente tres ejemplos bajo tres alias distintos. Como Dinosaur L, el célebre “24/24 Music” del que ya hablé en su momento, y la máxima expresión de todo lo que acabas de leer. Sin la L, como Dinosaur, simplemente destacar uno de los grandes hits de la música disco, ese “Kiss Me” entregado a la causa, menos experimental pero con señas de identidad reconocibles, y finalmente como Loose Joints”, donde destaca “Tell You (Today)” en el que parece rescatar su manera cierto espíritu del afrobeat, estos dos últimos respondían además a la perfección a las exigencias de la música de club.

VVAA “Mutant Disco”, Vol. 1 y Vol. 2

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Llegados a este punto hemos hecho ya varias menciones al respecto. Nueva York a finales de los 70 y principios de los 80 y el conflicto artístico entre el mainstream y los círculos intelectuales que aglutinaban diversidad de géneros como el post-punk o la no wave. Contrarios por definición, era cuestión de tiempo que algunos artistas trataran de unificarlos. El resultado se recogía en esta recopilación que fue reeditada hace unos pocos años y que no solo daba cuenta de una escena vibrante y olvidada, sino que además le ponía un nombre.

Lo que uno encuentra aquí es un tesoro, el gran redescubrimiento de la música disco que incluía un sinfín de perlas impactantes. Aquí estaban los primeros y mejores Was (Not Was) con sublimes momentos de inspiración como “Wheel Me Out” o “Out Come The Freaks” que demostraban a los fans de la música disco que esto era lo mismo, pero a la vez era otra cosa completamente distinta. Se trataba de transformar la condición de música predecible transformando el baile en una concatenación de movimientos hacia lo inesperado. Otros optaron por enfatizar las influencias latinas del disco, como Kid Creole & The Coconuts, Lizzy Mercier Descloux dejaba que claro que su particular visión del post-punk no era, en realidad, tal cosa, en cambio The Waitresses o James White ponían en tela de juicio que existiera una línea diferenciadora entre el post-punk o la No Wave y el sonido disco. Incluso volvía a aparecer el rock de la mano Nona Hendryx (¡sí, la hija!), en una combinación letal con Material que directamente parece llevarnos al electroclash (¡Y yo que pensaba que nunca volvería a pronunciar esa palabra!). Y por supuesto entre todos ellos está Cristina, de la que por ahora no me voy a extender más. Mucho más que un recopilatorio, un abordaje a la historia del arte.

Giorgio Moroder “From Here To Eternity”

El nombre de Giorgio Moroder estará eternamente ligado a la música disco y viceversa, y compartirán el mismo destino, sea cual sea. Desde cierto punto de visto, todo lo que se pueda decir de Moroder se puede aplicar a Patrick Cowley. Ambos tuvieron un papel esencial en la introducción de sintetizadores como elemente clave del género. Sin embargo, mientras Cowley apostaba por la transformación, Moroder trataba a la cacharrería desde la integración. En Moroder, las máquinas pretendían reforzar la potencia del disco y no hacer un cambio de protagonista. Con todo, “From Here To Eternity” (1977) marcó un antes y un después, siendo un disco de escucha obligatoria y, por qué no decirlo, bastante resultón aun a día de hoy.

B.T. Express “Non Stop”

Una de las bandas que vivieron al límite entre la frágil frontera que separó, especialmente a mitades de los setenta, al funk del disco. El funk de Brooklyn de mitades de los 70 ya se diferenciaba en diversos aspectos del de James Brown, empezaba a ser otra cosa. Representaba uno de esos movimientos plagados de bandas a descubrir y del cual yo me quedo con B.T. Express sin lugar a dudas. La potencia de su propuesta era inigualable, especialmente en su primer hit “Do It (‘Till Your Satisfied)” que mezclaba el funk galáctico con la urgencia de los clásicos, los ritmos eran menos bruscos y perseguía los momentos de catarsis en la pista. Su mejor tema.

Pero su mejor disco llegó con “Non Stop” (1975), un álbum que es una explicación en si misma de la gran transición. Ritmos muy marcados y regulares, instrumentos de viento controlados y al compás de los movimientos, voces sensuales, introducción de elementos del afrobeat, etcétera. Son especialmente representativas “Discotizer” y “Devil’s Workshop”. Lo entenderás todo.

Para completar, aquí os dejo una sesión con la que espero ayudar a despejar las dudas sobre el género. ¡A mover el cucu!